jueves, 1 de abril de 2010

PERMANECER


Homenaje al eucalipto de nuestro patio (foto por Nelly)

Permanecer
¡Si me hubieran visto antes! ya no soy el que era, orgulloso, útil, medía veinticuatro metros! Pero ahora, como pueden apreciar en la foto, estoy triste, mutilado y mucho más pequeño. Gran culpa la tiene el viento.
Alguna vez fui un árbol joven, mi tronco era recto, la corteza gruesa y rugosa, las personas admiraban la
frondosa copa que mostraba con orgullo mis tallos, mis ramas mis hojas alargadas como medialunas que colgaban de mí.

Aún sigo necesitando como antes dos personas para abrazarme.
Ya tengo 102 años, pero mantengo mis brazos como siempre, extendidos hacia el cielo. Con ellos no pudieron.
Ah! me olvidaba de decirles, soy un eucalipto, vivo en el patio de atrás de la casa que considero mi hogar y ahora, no mido más de diez metros.
He tenido una buena vida no me puedo quejar, siempre mirando hacia el techo del TALLER. Allí alguna vez, me sembraron y crecí, por eso, más allá de lo que me hicieron las personas, no les guardo rencor tengo en mi memoria infinitas historias. Contribuí a alegrías de la familia y amigos, cuántas reuniones, lecturas y asados bajo mi sombra. Seguramente me consideraban indispensable por eso me cuidaban.
Un día sucedió algo terrible, yo no tuve la culpa, sopló un fuerte viento, no pude con tanto movimiento sostener mi follaje y se quebró una rama muy gruesa que cayó aplastando parte del techado. Allí empezó mi calvario, sentí que no me querían más, nadie se sentaba bajo mi sombra ¡me tenían miedo!
Pasó un tiempo y tomaron una decisión: secar mis raíces para voltearme, trozar mis partes y eliminarme.
Lo primero lo lograron, mi follaje se secó y me fui descascarando.
Pero no pudieron con la mayor parte de mí, permanecí de pie porque crecí con una poderosa raíz y no pudieron voltearme.
Sigo con mis brazos hacia el cielo, desnudos pero fuertes, clavan sobre mi tronco lo que se les ocurre pero no me molesta, seguiré escuchando el trinar de los pájaros, agradecido porque me permiten permanecer.
Ya no me temen, al contrario, respetan mi fortaleza.

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