sábado, 31 de julio de 2010

La visita



Hay cosas que nos pasan solo a las mujeres, creo. Somos dramáticas. Unas más que otras pero dramáticas al fin.

Les cuento algo trágico que me sucedió.

Era la mañana del día previo a la visita de una amiga muy querida que hacía veinte años no la veía por circunstancias de la vida. Estaría de paso por la ciudad solamente dos horas y media.

Mi ansiedad era tal que no podía parar de hacer cosas: limpié la casa hasta el último rincón, lustré muebles y bronces, limpié vidrios y techos, lavé cortinas, llené de flores las macetas…. como si mi amiga fuera a mirar el orden de mi hogar, ¡ha! también bañé y perfumé al pobre perro. Una locura. ¡Nunca trabajé tanto!

Pero lo más terrible fue la Tarta de manzanas. Pretendí hacer una masa con un relleno que superara cuanta tarta existe. Fue un desastre, no la pude desmoldar, cortarla fue imposible ya que se transformó en un horrible puré de manzanas.

Estaba desesperada, el pastel no tenía arreglo y no tenía otra merienda con qué convidar a mi amiga de tantos años.

Estaba angustiada, casi lloré, me quería morir, pero no sé si fueron nervios o qué, cuando me di cuenta de lo que me pasó, reí con ganas pensando que seguramente nos moriríamos de risa cuando le contara a mi amiga lo sucedido.

Así fue, le confesé mi tragedia, nos reímos como niñas, tal como cuando veíamos películas cómicas.
Llegó el atardecer y nosotros sólo hablábamos y hablábamos, reíamos y llorábamos. Nos olvidamos de merendar.
Nuestra eterna juventud y amistad estaban intactas a pesar del tiempo.
Es que la verdadera amistad es para toda la vida.

lunes, 26 de julio de 2010

Historia del Osito Gordi

Historia del Osito Gordi

Había una vez un osito que le decían Gordi, vivía en la repisa de juguetes de su dueña, una nena llamada Delfina.

Un día sucedió una tragedia: osito Gordi jugando perdió un ojito, desde entonces Delfina prefirió a otros juguetes y no a él.

Gordi desde su lugar, triste y abandonado pensaba: “ ya sé que me falta un ojo que era azul y gracioso, pero eso no quita que pueda entretener a mi amiguita”.

Hacía tiempo que nadie jugaba con el pobre osito, es por eso que con mucha razón estaba aburrido de ver siempre lo mismo: el techo de la habitación.

Cierto día, cuando se dio cuenta que podía hacer muchas cosas si se lo proponía, tomó una decisión.

Como tenía buenas piernas se puso a bailar ¡lo hacía de lo mejor! Pero nadie lo miró.

También cantaba muy bien, entonces se puso a cantar. Nadie lo escuchó.

Además era capaz de saltar hasta casi volar. Saltó. Nadie ni un vistazo le dio.

Desconsolado, decidió solo mirar cómo jugaban los demás y pasar el tiempo aburrido, sentado en un rincón de la repisa.

Un día sucedió un hecho inolvidable y afortunado para Gordi.

El dueño de casa se puso a pintar las paredes con tan mala suerte para él, que cuando estaba en lo alto de la escalera, el tarro de pintura de color azul se enganchó en la manga de la camisa, la pintura se derramó de una manera tan sorprendente que te aseguro, no es un invento, al osito solo le pintó una partecita de su cara, justamente donde le faltaba el ojo.

Y allí quedó el color. Te parecerá extraño pero desde entonces es el oso más feliz que puedas imaginar porque otra vez osito Gordi lucía sus ojos redondos y brillantes, también se tornó tibio y cariñoso para calentar la cama de su amiguita cuando por las noches dormía abrazada a su juguete.

Si tienes un osito y lo miras bien, seguro verás que un ojo te va a guiñar, si con él te pones a jugar.

domingo, 4 de julio de 2010

Un cuento de terror

Arrepentimiento

En los escalones de la Iglesia había una mujer vestida con harapos, apoyaba su cabeza contra la pared como si no pudiera mantenerla erguida. No pedía, no imploraba, solo miraba sin ver a los que pasábamos por la cuadra.

Se acercó un niño que compadecido le arrojó un par de monedas, escuché que sonaron casi musicalmente contra una lata que estaba a su lado. La pobre mujer levantó la cabeza, casi una sonrisa se dibujó en su rostro sin mirar al benefactor. Solo miró las monedas.

Cerró el cacharro, lentamente se levantó, metió la mano en el bolsillo, sacó un puñado de dinero, lo guardó delicadamente en la misma lata; la levantó cuidadosamente manteniéndola contra su pecho como un tesoro.

Caminó horas, por fin llegó al lugar que buscaba y a la vez parecía temer. Posiblemente le traía recuerdos que la angustiaban.

Tiempo después gente del lugar contó que vieron a una mujer harapienta haciendo un hueco con sus manos con extraña energía al lado de una sepultura, que lo cubrió con la misma tierra apisonándola, luego, con las manos vacías y una mueca que parecía expresar alivio, se alejó.

Arrepentimiento? Consuelo? Nadie lo sabe.

Nunca se pudo comprobar el robo y el crimen, pero aquella asesina no encontró nunca paz.