sábado, 27 de marzo de 2010

Mi nieto más pequeño


Es un sol, es el día y la noche, es toda la hermosura del espacio, es mi nieto más pequeño.
Chiquito, perfecto, sintiendo seguramente que está y lo estará siempre muy bien cuidado y protegido.
La vida me depara esas cosas, a veces no le encuentro sentido, de pronto es como si lo que veía negro se transforma en alegrías.
Este criaturita que va a ser un hermoso hombre, una bella persona, tendrá siempre su corazón en paz, repleto de amor hacia sus padres, su familia, hacia todo el mundo.
Ya vendrá el tiempo de sus primeras sonrisas, sus dientecitos como perlas, sus primeras palabras, sus pasitos vacilantes y seguros después………todo lo demás; por ahora tiene los brazos y abrazos de sus padres y de todos los que tenemos la dicha de sostenerlo, no necesita nada más.
Tiene por delante una vida que seguramente será completamente bella.
“Soy tu abuela, te quiero mucho, ya me reconocerás y escucharás, te voy a cuidar, te voy a contar cuentos, te voy a hablar del mundo, te voy a amar todo lo más que pueda.”!
Seguramente alguien Superior nos va a ayudar a protegerte, para que nada malo te pase nunca.

viernes, 26 de marzo de 2010

La verdadera historia de la gallina Turuleca


Aquella gallina que llamaban Turuleca, la tenían por loca porque ponía huevos en cualquier lugar de la casa o en el corral, nunca en el mismo lugar.
Lejos estaba de ser loca, al contrario era vivaz e inteligente.
Les cuento la historia que ella misma una madrugada me contó, mirándome con sus redondos ojos de iris color miel:
En el fondo de una vieja casona había un gallinero amplio y soleado,
lo habitaba un gallo madrugador que cantaba todo el día y 8 gallinas. Vivían en perfecta armonía.
Un día apareció no se sabe de donde una gallina, la pobre era tan flaca que parecía una sardina en lata, tenía las patas chuecas y finitas como alambre, además se le caían las plumas y el pico estaba encorvado. Daba lástima verla, para colmo, las gallinas compañeras del gallinero caminaban, corrían, picoteaban se daban baños de sol y burlándose de ella la llamaban despectivamente Turuleca.
¡ Vaya tarea que tuvo el dueño del gallinero! se propuso engordar a la pobre gallina.
Así lo hizo, la gallina comía, crecía y se iba transformando. A los pocos días Turuleca iba hechando cuerpo, sus plumas crecían, simpáticos lunares negros decoraban su lomo, sus patas engordaron y se lucía caminando y desplegando sus alas con gracia muy particular, ya no era la sumisa y esquelética gallina que una vez fue.
Comenzó una nueva vida, le gustaba la libertad, escarbar buscando bichitos a su antojo, además era bastante enamoradiza hasta que el gallo del gallinero le robó el corazón. Se propuso conquistarlo y poco a poco, tratando de dormir toda la noche a su lado, lo logró.
El gallo la descubrió y no se separó más de ella, quedó prendado de la ya famosa Turuleca
Entre tanto Cocorocó y kikirikí el gallo le daba solo a Turuleca las más ricas lombricitas, la fecundó con toda felicidad y hasta se abstuvo de tener relación con otra gallina.
Ella, como toda mujer que va a dar a luz se tornó sensible, quería tener un nido cómodo, seguro, resguardado y ventilado para los pollitos que un día nacerían.
Por esa razón la gallina Turuleca no estaba loca.

Pensar en colores.



Juan vivía en el piso 24, había salido a correr como todas las mañanas, decidió no dar un paso más y subir a su departamento por el ascensor.
Cansado, apenas entró a aquel elevador de personas, que no era de su gusto, se sentó en un rincón e instaló cómodamente sus largas piernas. Había otras personas, imaginó que no lo miraban bien pero no le importó. Apoyó su cabeza sobre la mochila y cerrando los ojos se aisló de quienes lo rodeaban.
El ascensor subía y subía, el joven pretendía no pensar en sus problemas, quería tener su mente en blanco pero sin querer se sentía invadido de “negros y grises” mientras el ascensor seguía su largo ascenso, hasta que suavemente como entre algodones, se detuvo.
Se abrió la puerta, dio un paso y se encontró afuera.
Todo era blanco, blanquísimo. Juan se sentía como encerrado entre montañas y enormes piedras, había un profundo silencio pero no lo asustó. Se quedó quieto y absorto contemplando aquello que creía el infinito.
Desde el lugar más oscuro le pareció ver algo extraño, era una cabeza que emergía entre las piedras, despedía destellos de todos colores, vio unos ojos brillantes y una sonrisa llena de ternura que le ofrecía sin hablar, compañía y amistad.
_ ¿Quién eres?_ preguntó sin ningún temor.
_ Soy Yo_ respondió el ser extraño_
_ ¿Y quién es Yo?
_ Yo soy Vos, soy tu pensamiento y tus miedos.
_ ¿Y por qué esa sonrisa, si no nos conocemos, acaso me has visto antes?
_ Sí, tantas veces te veo triste, preocupado y no debe ser así, debes pintar tu alrededor con los colores que más te gusten. Esta es tu vida, no dejes que todo sea gris y negro.
¡Ilumínala y dale los colores que te dan placer! encontrarás soluciones y vencerás obstáculos.
Un golpe muy fuerte aturdió a Juan, abrió los ojos sorprendido.
Era el ascensor que llegó al piso 24.
Fue entonces cuando aquel muchachito cansado de piernas largas, despertó.