miércoles, 11 de agosto de 2010

La manía de imaginar




Hacía mucho frío esta mañana. En el Banco no, la calefacción me protegía del mal tiempo. Esperaba la llamada del cajero para realizar el trámite que debía hacer.

Estaba aburrida y cansada. Miraba distraídamente buscando algo que me entretuviera. No había ninguna persona conocida para entablar una superficial conversación como suele sucederme en esas circunstancias. Lo único que podía hacer era mirar. Entonces encontré alguien que me llamó la atención:

Un hombre como de setenta años con una cantidad de cabellos asombrosa, disimuladamente lo miré para ver si eran de él o una peluca. ¡Eran de él!, blancos, enrulados, estaba totalmente despeinado. Parecía más alto es “pura cabeza”_pensé

Después me dediqué a observar su rostro.

Y comencé a imaginar….seguramente tenía mucho sueño, sus ojos estaban entrecerrados y la boca entreabierta. Debió acostarse muy tarde mirando una película de los años 60 que le trajeron recuerdos de su juventud.

Después no pudo conciliar el sueño pensando que al día siguiente inevitablemente tenía que ir al Banco, era día 10, último día de pago.

Lo miré bien. Con mis anteojos de sol nadie podía darse cuenta que lo estaba observando. Estaba sucio, desagradable, descuidado._ pero cumplidor con sus obligaciones_ pensé. Ya le tocaba el turno, no hacía ningún gesto preparándose, caminó hacia la ventanilla, metió su mano en el bolsillo, sacó papeles y dinero, esperó que el cajero realizara la operación, guardó los comprobantes de pago y se retiró sin terminar de abrir los ojos. Aún no estaba totalmente despierto, esa era mi impresión. Cuando se iba lo miré bien, no era feo, solamente sucio, desagradable, parecía no haberse higienizado ni desayunado esa mañana.

¡Qué importante que es el aseo!.

Ya tenía ideas para seguir imaginando y acortando el tiempo mientras esperaba mi turno.