sábado, 3 de abril de 2010

CHAPOTEANDO


Pies descalzos, zapatillas rotas, el viejo cajón era un auto, una moto o una casita, la muñeca rota un bebé para acunar.
Así jugaban, con todo que poseían, disfrutaban de cada cosa porque representaban objetos y lugares soñados.
El día oscureció, no corrieron a resguardarse, no sabían de alertas meteorológicos que anunciaban tormentas o caída de granizo.
Solamente se inquietaban ante la oscuridad que se avecinaba.
Comenzó a llover, abandonaron todo lo que hasta ese momento les divertía.
Entonces, la lluvia, los charcos y el barro les dio nuevas energías, inventaron un sinfín de juegos, retozaban felices entre risas y volteretas.
La lluvia agradecida, golpeaba suavemente sus rostros risueños y sus cuerpos con escasa ropa, mientras, los niños no cesaban de crear juegos que se renovaban a cada instante.
Después, los nubarrones se alejaron, otra vez el cielo se vio celeste, el sol comenzó a brillar y dejaron de chapotear.
El juego terminó, las caritas quedaron limpias de tanta agua y los pies negros de barro.
Volvieron a su mundo de objetos inventados creando otra vez, con sus cosas, nuevas emociones.

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