martes, 8 de febrero de 2011

EL EUCALIPTO


En el patio de mi casa había un gran árbol de la especie del eucalipto.

Su tronco era recto, grueso, dos personas era necesario para abrazarlo.

La corteza gruesa y rugosa soportaba todos los clavos que se les ocurría clavar. Tanto los dueños de casa como las visitas admirábamos la frondosa copa que parecía mostrar con orgullo tallos, ramas, un aroma especial y hojas alargadas como medialunas.

Medía veinticuatro metros cuando era joven, con el paso del tiempo y el maltrato que recibió con repelentes e insecticidas por ser refugio de hormigas y ratones, fue empequeñeciendo.

Un día sucedió algo terrible, sopló un viento muy fuerte, el gran árbol no pudo con tanto movimiento sostener su follaje, una rama muy pesada cayó aplastando parte de una construcción que estaba cerca.

A partir de ahí comenzó su calvario, nadie se sentaba bajo su sombra, parecía que le temían y tomaron una decisión: secar sus raíces.

Tampoco pudieron con él, allí permaneció, seco, descascarado, sin hojas, pero con los brazos erguidos, desnudos y amenazantes.

Fue entonces que la situación se hizo insostenible, sus grandes ramas eran un peligro. Había que sacar el árbol a cualquier precio.

Llamaron a dos valientes, podadores de profesión: Carlos, de setenta jóvenes años y gran experiencia y Carlitos de solo veinte con el coraje que da la juventud. Con rostros serenos, mirando hacia arriba, como si su trabajo fuera contemplar el cielo estuvieron largo rato calculando las posibilidades para podar el árbol.

Con cuidado y no demasiado sistema de seguridad buscaron la manera adecuada de trepar para comenzar su apasionante trabajo.

Debieron calcular dificultades que se podían presentar, porque cada árbol es distinto. No hay ningún manual que dice la forma adecuada de sacar un árbol. Es casi por instinto. Emplearon sogas, riendas de acero, hacha tijeras y por último la motosierra.

Comenzaron los cortes, teniendo en cuenta los nudos, el peso, el ascenso y descenso.

Fueron cayendo los grandes trozos guiados por sogas que lo llevaban justo al lugar que tenían planeado.

Ese fue el fin del eucalipto. Me quedan videos y fotos de recuerdo.

Pero no termina aquí la historia, como todo se puede utilizar, la madera será empleada por gente que necesita calor.

Ese fue el fin de mi gran querido árbol.

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