domingo, 3 de octubre de 2010

La mesa está servida



El hecho sucedió hace poco tiempo en casa de mis Abuelos, ellos ansiaban festejar el cumpleaños de su nieto mayor.
Era una celebración especial, por lo cual con esmero prepararon la comida y tendieron la mesa con lo mejor que poseían: piezas antiguas que quedaron con el paso del tiempo y que significaban recuerdos de momentos vividos con los que ya no están o viven lejos. Los guardaban para grandes ocasiones, ésta era una de ellas.
Como los invitados eran muchos la vajilla no alcanzaba, pero querían lucir con orgullo lo que era parte de su historia.
Aunque no eran del mismo estilo tendieron la mesa disponiendo todo de la mejor manera posible utilizando platos fileteados con hilos dorados, otros con flores o simplemente lisos, copas de cristal y vasos de vidrio.
Los invitados llegamos alegres, cargados de regalos y con apetito.
Nos sentamos a la mesa casi sin mirar la diversidad de la decoración, eso le dio tranquilidad a los dueños de casa cuyo motivo principal era agasajar al nieto dilecto.
Sabíamos que la abuela aunque no era de lo mejor como cocinera, se esmeraría tratando de elaborar una comida deliciosa.
La reunión transcurría tranquila y alegre.
Se acercaba el momento del brindis y corte de la torta.
La abuela comenzó a retirar platos y cubiertos, uno de los invitados halagó su comida, ella giró el cuerpo graciosamente sin acordarse de su problema en las cervicales, fue en ese instante cuando la bandeja que portaba repleta con la hermosa vajilla se inclinó sin poder sujetarla.
Los invitados sorprendidos escuchamos un gran estruendo y vimos como terminaban en el suelo las apreciadas antigüedades.
Un profundo silencio acompañó el desastre, el abuelo calladamente barrió las partes y las amontonó en un rincón.
Los viejos tan queridos, con lágrimas en los ojos miraron a los invitados, el momento parecía interminable.
Ya recuperados, los abuelos esbozaron una sonrisa que contagió a todos, seguidamente estalló una carcajada que comenzó en los ancianos dueños de casa y de inmediato la siguieron todos.
Desde ese día mis abuelos decidieron atreverse a realizar algunos cambios: los recuerdos los guardarían en sus corazones y comprarían vajillas modernas.
La fiesta de cumpleaños fue inolvidable, quedó por siempre en la memoria de todos y así está contada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario