viernes, 26 de marzo de 2010

Pensar en colores.



Juan vivía en el piso 24, había salido a correr como todas las mañanas, decidió no dar un paso más y subir a su departamento por el ascensor.
Cansado, apenas entró a aquel elevador de personas, que no era de su gusto, se sentó en un rincón e instaló cómodamente sus largas piernas. Había otras personas, imaginó que no lo miraban bien pero no le importó. Apoyó su cabeza sobre la mochila y cerrando los ojos se aisló de quienes lo rodeaban.
El ascensor subía y subía, el joven pretendía no pensar en sus problemas, quería tener su mente en blanco pero sin querer se sentía invadido de “negros y grises” mientras el ascensor seguía su largo ascenso, hasta que suavemente como entre algodones, se detuvo.
Se abrió la puerta, dio un paso y se encontró afuera.
Todo era blanco, blanquísimo. Juan se sentía como encerrado entre montañas y enormes piedras, había un profundo silencio pero no lo asustó. Se quedó quieto y absorto contemplando aquello que creía el infinito.
Desde el lugar más oscuro le pareció ver algo extraño, era una cabeza que emergía entre las piedras, despedía destellos de todos colores, vio unos ojos brillantes y una sonrisa llena de ternura que le ofrecía sin hablar, compañía y amistad.
_ ¿Quién eres?_ preguntó sin ningún temor.
_ Soy Yo_ respondió el ser extraño_
_ ¿Y quién es Yo?
_ Yo soy Vos, soy tu pensamiento y tus miedos.
_ ¿Y por qué esa sonrisa, si no nos conocemos, acaso me has visto antes?
_ Sí, tantas veces te veo triste, preocupado y no debe ser así, debes pintar tu alrededor con los colores que más te gusten. Esta es tu vida, no dejes que todo sea gris y negro.
¡Ilumínala y dale los colores que te dan placer! encontrarás soluciones y vencerás obstáculos.
Un golpe muy fuerte aturdió a Juan, abrió los ojos sorprendido.
Era el ascensor que llegó al piso 24.
Fue entonces cuando aquel muchachito cansado de piernas largas, despertó.

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