viernes, 26 de marzo de 2010

La verdadera historia de la gallina Turuleca


Aquella gallina que llamaban Turuleca, la tenían por loca porque ponía huevos en cualquier lugar de la casa o en el corral, nunca en el mismo lugar.
Lejos estaba de ser loca, al contrario era vivaz e inteligente.
Les cuento la historia que ella misma una madrugada me contó, mirándome con sus redondos ojos de iris color miel:
En el fondo de una vieja casona había un gallinero amplio y soleado,
lo habitaba un gallo madrugador que cantaba todo el día y 8 gallinas. Vivían en perfecta armonía.
Un día apareció no se sabe de donde una gallina, la pobre era tan flaca que parecía una sardina en lata, tenía las patas chuecas y finitas como alambre, además se le caían las plumas y el pico estaba encorvado. Daba lástima verla, para colmo, las gallinas compañeras del gallinero caminaban, corrían, picoteaban se daban baños de sol y burlándose de ella la llamaban despectivamente Turuleca.
¡ Vaya tarea que tuvo el dueño del gallinero! se propuso engordar a la pobre gallina.
Así lo hizo, la gallina comía, crecía y se iba transformando. A los pocos días Turuleca iba hechando cuerpo, sus plumas crecían, simpáticos lunares negros decoraban su lomo, sus patas engordaron y se lucía caminando y desplegando sus alas con gracia muy particular, ya no era la sumisa y esquelética gallina que una vez fue.
Comenzó una nueva vida, le gustaba la libertad, escarbar buscando bichitos a su antojo, además era bastante enamoradiza hasta que el gallo del gallinero le robó el corazón. Se propuso conquistarlo y poco a poco, tratando de dormir toda la noche a su lado, lo logró.
El gallo la descubrió y no se separó más de ella, quedó prendado de la ya famosa Turuleca
Entre tanto Cocorocó y kikirikí el gallo le daba solo a Turuleca las más ricas lombricitas, la fecundó con toda felicidad y hasta se abstuvo de tener relación con otra gallina.
Ella, como toda mujer que va a dar a luz se tornó sensible, quería tener un nido cómodo, seguro, resguardado y ventilado para los pollitos que un día nacerían.
Por esa razón la gallina Turuleca no estaba loca.

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